¿Tienen los perros un sexto sentido? | Todos los Animales

Sí, los perros tienen un sexto sentido, al igual que el hombre, pero tal vez no en la forma en que, por lo general, se entiende. No existe nada sobrenatural en las sensibilidades caninas. Se pueden explicar por mecanismos biológicos, aunque es cierto que en la actualidad estamos sólo empezando a comprender algunos de ellos.

Por ejemplo, los perros encuentran su camino de regreso a casa desde largas distancias, incluso en un terreno que no les sea familiar. Se trata de una cualidad que comparten con los gatos y con otras muchas especies de animales. Al parecer, se basa en una apreciación de las sutiles diferencias y cambios en el campo magnético terrestre. Experimentalmente, dicha habilidad queda perjudicada por la presencia de imanes muy potentes, y por lo que sabemos esto no es ninguna fantasía.

Pero aún estamos aprendiendo cómo se logran tan notables proezas, dignas de geniales navegantes y que han sido constatadas una y otra vez. Los perros son también capaces de predecir los terremotos y las tormentas. Cuando se aproxima una, empiezan a mostrarse intensamente alarmados, comienzan a jadear y a corretear por toda la casa. Incluso gemirán y temblarán como si estuvieran experimentando algún dolor.

Su malestar se incrementa cuando empiezan a retumbar los truenos; pero también se observa algún tiempo antes de que la tormenta estalle por encima de nuestras cabezas. Esta sensibilidad es una respuesta a los cambios en la presión barométrica, y asimismo a alteraciones en el nivel de la electricidad estática. Tal vez hoy pueda parecer una conducta sin sentido, pero en los antepasados salvajes del perro era muy importante percibir esas señales climáticas. Los lobos seleccionan con mucho cuidado sus escondrijos y cubiles. Los construyen en los declives, donde existe muy poco riesgo de inundaciones; a pesar de ello, los fuertes aguaceros pueden llegar a ser fatales para los lobeznos.

¿Los animales tienen sexto sentido?

Es posible que los perros compañeros, que corretean por la casa cuando amenaza tormenta, no hagan otra cosa que aflorar la conducta de los lobeznos, en respuesta al peligro de anegamiento. Algunos dueños declaran que su perro, en ciertas ocasiones, «parece un fantasma». Han salido a dar un paseo con su animalito en un atardecer de verano y se encuentran cruzando un campo, cuando su chucho de repente se detiene y se inmoviliza. De pie, muy rígido, se queda mirando a la lejanía y se le empieza a erizar el pelo en los hombros y a lo largo del lomo. Comienza a ladrar y a aullar, y tal vez incluso a gemir, pero se niega a moverse un centímetro cuando su amo trata de hacerlo avanzar.

Luego, de una forma tan súbita como cuando se iniciara su anterior conducta, todo cesa y el perro sigue su camino. Cualquier persona que haya vivido un momento semejante, encuentra difícil de olvidar la intensidad de la reacción del perro, y se comprende por qué insisten en su afirmación de que el can «parecía un fantasma». La verdad radica en que, probablemente, lo que detectó fue un depósito de fuerte olor, no de otro perro, sino de cualquier otra especie animal, como un zorro o un hurón.

Lo extraño del olor y su intensidad son suficientes para que las sensibles narices del can desencadenen una respuesta tan rotunda. Recientemente se hizo una de las alegaciones más sorprendentes respecto a que hay un «sexto sentido» en el perro. Unos investigadores informaron haber descubierto detectores de infrarrojos en la nariz del perro. Esto podría explicar ciertas habilidades en algunas raza de perros, tenidas con anterioridad por «extranaturales». Por ejemplo, los perros san bernardo se dice que son capaces de detectar si un alpinista, enterrado por un alud, está aún vivo, simplemente, olisqueando en la nieve.

De existir 138/150 algún detector del calor en las narices de los animales, esta teoría no sería en modo alguno inverosímil. Además, hace ya mucho tiempo que se sabe que esos receptores de calor existen en los hocicos de ciertas especies de serpientes, que los emplean para descubrir la presencia de pequeñas presas de sangre caliente. El hecho de que estén presentes en todo el reino animal refuerza la teoría de que puedan existir en los perros.

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